Mostro, hacete el mostro (Agustin Aguirre www.elbobero.com)

Mostro, hacete el mostro

Cuando era chico, tenia una idea totalmente errónea acerca de lo que las relaciones son. Un poco tal vez por esas ridículas películas de amor, un poco por la inexperiencia propia de la edad, y otro poco por que a esa edad, aun seguimos idealizando y soñando las cosas, a la manera que nos gustaría que fuesen.
Sin embargo, cuando leí en la tapa del diario que un fan de Xuxa se había tirado con un paracaídas a su jardín, y que ahora estaban comprometidos, jamás sospeche siquiera del movimiento de marketing que esto pudiese tener detrás.
Por eso, soñador como soy, me golpee la cabeza no una, tampoco dos, sino cien veces con la misma pared. Creía que algo estaba mal, ya que en la teoría, en las películas y en los libros, para cualquier dama, aparecerse con un cartel enorme en su trabajo o colegio, era un sueño hecho realidad.
Finalmente, descubrí que nada estaba más alejado de la realidad que mi pensamiento, o mis sentimientos.Las personas, se odian a si mismas, y por ende, pretenden que la persona que uno ama, tenga el mismo sentimiento para con ellos.
¿Cuál es el príncipe azul para una mujer? Aquel que jamás ha notado siquiera su existencia. ¿Cuál es la mujer perfecta para un hombre? Aquella que jamás nos quiso dar su número telefónico.
Por ende, estamos en condiciones de decir que el ser humano, por una cuestión casi genética, pretende todo aquello que sabe que jamás podrá tener.Visto desde este punto de vista, estamos destinados a añorar, a desear, y a vivir una realidad paralela. Dicho en pocas palabras, somos masoquistas.
Y sabiendo que somos masoquistas, ¿Qué se puede ofrecer a la otra persona? ¿Cómo se puede construir algo sano y puro?
La gran verdad de las conquistas, es lo que yo llamo “Hacerse el mostró”. Esta “táctica”, consiste en mostrar total desinterés en la otra persona, incluso hasta niveles ridículos y lamentosos. Pero así y todo, puedo asegurarles que tiene un resultado efectivo del 100%.
Ahora bien, el problema es que las tácticas son para un partido de futbol, para una partida de ajedrez, o para una campaña política. Los sentimientos, son para aquellos que han perdido el miedo. Lo cual genera un contraste no solo llamativo, sino imposible de seguir.
Si yo fingiera un desinterés brutal hacia la mujer que pretendo, y ella se interesaría en ese desinterés, todo marcharía perfecto. Pero el problema aquí es el siguiente: ¿Cuánto puede durar esta táctica patética? ¿Cuántas veces deberás morderte la lengua para no decir un te quiero? ¿Acaso la mejor forma de conservar un amor, es jamás sentirlo?
Por desgracia, creo que si. Sospecho que vivimos en un mundo que tiene de todo, menos sentimientos reales para dar.
Por ende, digo y me planto, que la vergüenza de sentir es para aquellos que tienen muchos “conocidos”, y la culpa, es para aquellos que quieren vivir solos.
Yo tengo muchos conocidos, pero aun así, no me da vergüenza vivir.